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miércoles, 21 de agosto de 2013

La Belleza Interior III

El alma transforma en belleza las pequeñeces que se le ofrecen; y, si bien se mira, parece que no tiene otra razón de ser y que toda su actividad se emplea en reunir en el fondo de nosotros un tesoro de belleza indescriptible. ¿Es que todo no se convertiría naturalmente en belleza si no viniéramos a turbar sin cesar el obstinado trabajo de nuestra alma?. ¿Es que el mismo mal no se vuelve precioso cuando el alma ha extraído de él el diamante profundo del arrepentimiento?. ¿Es que las injusticias que han cometido y las lágrimas que han hecho derramar no acaban un día por transformarse, a su vez, en luz y amor en nuestra alma?.No hay un hecho, no hay un acontecimiento de nuestra existen-cia que tarde o temprano deba perder su forma inerte y asom-brarnos al tomar su vuelo, desde el fondo de nuestro ser. Esto es tan cierto que, a medida que se avanza hacia esas regiones, se descubren esferas más divinas. No se sabe en qué consiste esa actividad silenciosa de las almas que nos rodean. Has dicho una palabra pura a un ser que no la ha comprendido. La has creído perdida y no has vuelto a acordarte de ella. Pero un día, por ca-sualidad, la palabra resurge con transformaciones inauditas y se pueden ver los inesperados frutos que ha dado en las tinieblas; luego todo vuelve a caer en el silencio. Pero ¿qué importa?. Se adquiere el conocimiento de que nada se pierde en un alma y de que las más pequeñas tienen también sus momentos de esplen-dor.Es necesario que la belleza no sea una fiesta aislada en la vida, sino que sea una fiesta cotidiana. No se necesita gran esfuerzo para ser admitido entre aquellos en cuyos ojos la tierra cubierta de flores y los cielos resplandecientes ya no entran por partes infinitesimales, sino en masas sublimes, y hablo de flores y cielos más duraderos y más puros que los que se ven. Hay mil canales por donde la belleza de nuestra alma puede subir hasta nuestro pensamiento. Hay sobre todo el canal admirable y central del amor.“Lo que has de decir, antes de decirlo a otro, dítelo a ti mismo.”Séneca¿No es en el amor donde se encuentran los más puros elemen-tos de belleza que podemos ofrecer a nuestra alma? Hay seres que se aman así en la belleza. Amar así es perder poco a poco el sentido de la fealdad; es cerrar los ojos a todas las pequeñeces y no entrever ya más que la frescura y la virginidad de las almas más humildes. Amar así es no tener siquiera necesidad de perdo-nar. Amar así es no poder ya ocultar nada, porque ya no hay na-da que el alma siempre presente no transforme en belleza. Amar así es no ver ya el mal sino para purificar la indulgencia y para aprender a no confundir al pecador con su pecado. Amar así es elevar en nosotros mismos a todos los que nos rodean a alturas en que ya no pueden faltar y de donde una baja acción debe caer de tan alto que al caer al suelo descubre, a pesar suyo, su alma de diamante. Amar así es transformar sin saberlo, en movimien-tos ilimitados, las intenciones más pequeñas que velan en torno nuestro. Amar así es llamar a todo lo que hay de bello en la tie-rra, en el cielo y en el alma al festín del amor. Amar así es evo-car, al menor gesto, la presencia de nuestra alma y de todos sus tesoros.Ya no es necesaria la muerte ni las desdichas ni las lágrimas pa-ra que el alma aparezca; basta una sonrisa. Amar así es entrever la verdad en la dicha tan profundamente como algunos héroes la entrevieron a la luz de los grandes dolores. Amar así es no distin-guir ya la belleza que se transforma en amor, del amor que se transforma en belleza. Amar así es no querer decir ya dónde aca-ba el rayo de una estrella y dónde empieza el beso de un pensa-miento común. Amar así es llegar tan cerca de Dios que los ángeles nos poseen. Amar así es embellecer juntos la misma alma que se convierte poco a poco en el ángel único. Amar así es descubrir cada día una belleza nueva en ese ángel misterioso, y es marchar juntos en una bondad cada vez más viva y cada vez más elevada.Porque hay también una bondad muerta, formada únicamente del pasado; pero el amor verdadero hace inútil el pasado y crea a su lado un inagotable porvenir de bondad, sin desdichas y sin lágri-mas. Amar así es redimir nuestra alma, y adquirir una belleza igual a la del alma ya libre. Si en la emoción que debe causarte ese espectáculo, no proclamas que es bello, y si mirando en el fondo de ti mismo, no experimentas el encanto de la belleza, en vano buscarás en semejante disposición la belleza inteligible; pues no la buscarás sino en lo impuro y lo feo. Pero si has reco-nocido en ti la belleza, elévate a la reminiscencia de la belleza inteligible.