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miércoles, 10 de abril de 2013

Sin escondite



      
       En 1996, una adolescente llamada Grace estaba haciendo su tarea de inglés junto la ventana de su apartamento. De repente, escuchó disparos en la calle y volteó la mirada para ver qué era lo que estaba ocurriendo
 Con lujo de detalles, pudo observar un brutal asesinato detrás del patio de una escuela. Jamás podrá olvidar aquella escena.
       La policía comenzó a investigar el hecho buscando a posibles testigos que vivían en la zona.
      Desafortunadamente, nadie estaba dispuesto a testificar contra el asesino, un conocido traficante de drogas.
       Grace no podía dormir en paz, las imágenes del crimen daban vueltas y vueltas en su cabeza. Tenía miedo, y no quería que nadie se enterara de que ella había lo presenciado todo desde su ventana. El caso estaba en todos los periódicos de la ciudad, y la policía seguía solicitando testigos que pudieran aportar información. Sin embargo, nadie quería hablar, por miedo a posibles represalias.
       Pero Grace no podía seguir callada, así que finalmente le contó a una maestra lo que había visto, y esta la animó a ir a la policía.
       Después de hablar con un detective, decidió contarlo todo.

       Cuando identificó la fotografía del asesino, sintió aún más temor. Pero a medida que fue avanzando el proceso de identificación, su valor aumentó y se propuso colaborar en todo lo posible para ver al culpable tras las rejas.
       Un día, Grace recibió una carta de la madre del joven que había sido asesinado, agradeciéndole por su valor de testificar. “Para mí era sumamente difícil vivir cada día sabiendo que el hombre que mató a mi hijo estaba libre en las calles vendiendo drogas y haciendo daño a los demás. Jamás podré recuperar a mi hijo, pero al menos puedo dormir tranquila sabiendo que su asesino no podrá hacer más daño”.
       A pesar de la ansiedad y del miedo, Grace pudo dormir de nuevo, consciente de que había hecho algo valioso.
       ¿Qué hubieras hecho tú?
       Tu escuela acaba de contratar a una maestra recién graduada, con poca experiencia en enseñar inglés a adolescentes. No se lleva muy bien con los estudiantes, quienes tampoco hacen nada para mejorar la situación.
       A esta joven maestra las cosas se le están yendo de las manos; cada vez tiene menos paciencia.
      De camino a casa vemos que la maestra sale del estacionamiento de la escuela con lágrimas en los ojos.
       ¿Qué harías para remediar la situación?
       “No deberíamos preguntarnos: ‘¿Qué está pasando en el mundo?’, pues el diagnóstico ya lo sabemos. Más bien deberíamos preguntarnos: ‘¿Qué está pasando con la sal de la tierra y la luz del mundo?’”. —John R. W. Stott, pastor y escritor contemporáneo, capellán de la reina Isabel II (1959-1991).
       “Un buen testigo no es como un vendedor. El primero pone el énfasis en la gente en lugar de resaltar el producto. Un buen testigo es como una señal de tránsito, que más allá que sea vieja, nueva, bonita o fea, tiene que señalar la dirección correcta y ser fácil de entender. Nosotros somos testigos de Cristo, y señalamos en dirección a él”. —John White, misionero, escritor y psiquiatra canadiense del siglo XX.
       “Cuando la sal se disuelve en el agua, se hace invisible, pero no deja de existir. Podemos asegurarnos de su presencia probando el agua. De la misma manera, cuando Cristo vive en nosotros no se ve, pero se hace evidente a los demás en el amor que él nos imparte”. —Sadhu Sundar Singh, el converso al cristianismo más famoso de la India (1889-1929).
       Siempre tendremos que enfrentarnos a este tipo de situaciones. ¿Qué haremos en estos casos? No podemos escondernos para permanecer neutrales. Busquemos siempre hacer lo correcto. Nos vemos la próxima semana. Cuídate.